La bella Rooma
Llegué en tren a la estación Termini, que es una opción bastante práctica. Me hospedé cerca, en un hotel con baño privado, lo que me pareció perfecto por el precio y la comodidad. Aunque la zona de Termini tiene mala fama por ser un poco caótica, para nada me sentí inseguro. De hecho, es un área llena de restaurantes, y lo bueno es que está bien conectada con el resto de la ciudad, aunque está un poco lejos de los puntos turísticos más importantes. Si me hubiera quedado en un lugar como Trastevere o más cerca del centro, habría sido aún mejor, pero Termini no estuvo mal.
Una mañana, decidí empezar mi día en un barcito local. Pedí un café y una medialuna mientras observaba la vida de la ciudad. Luego comencé a caminar por Roma, y sinceramente, caminar es la mejor forma de conocerla. Nada de auto ni vespa (aunque sería genial para la foto, no verías nada), la ciudad es un caos total con sus calles estrechas y su tráfico.
Mi primera parada fue el Coliseo, y justo antes de llegar, me di cuenta de algo increíble: ¡Roma está llena de ruinas por todas partes! Estaba rodeado de historia, y me llevó todo el día recorrerlas. Esa noche, me enteré que Andrea Bocelli cantaba en el Coliseo. Así que un consejo: si vas a Roma, mantente al tanto de los eventos que ocurren, ya que te puedes perder experiencias únicas como esta.
La ciudad de noche es otro espectáculo. Si puedes, no te pierdas de dar una vuelta por Trastevere, especialmente al atardecer. Tiene un ambiente único, con sus callecitas llenas de bares y restaurantes, que es perfecto para cenar o solo disfrutar del ambiente.
En cuanto a los grandes atractivos, como el Vaticano, son impresionantes, pero hay que tener en cuenta que están siempre llenos de turistas. Si vas en verano, no olvides llevar agua, ¡el calor puede ser insoportable! Recuerdo que después de un rato bajo el sol, me fui a un bar cercano y pedí una cerveza helada (en italiano, por supuesto).
Una de las cosas que más disfruté fue entrar en los pequeños negocios de la ciudad, como una ferretería, donde terminé comprando una cafetera italiana. Y hablando de café, te cuento que los italianos lo toman en shot (como si fuera tequila), ¡nada de tazas grandes!
Otro must es tomarte un helado en la famosa Fontana di Trevi, y si vas, no te pierdas el de chocolate, que es una delicia. Y si te encanta el gelato, caminar por Roma de noche es casi mágico.
Algo que me encantó fue comer fuera de las rutas turísticas. Fui a un pequeño bodegón, muy típico, y pedí carbonada (el típico plato romano). Es un placer disfrutar de la comida local en estos lugares menos turísticos.
Para moverte por la ciudad, tomar el tranvía es una opción económica y auténtica. Es como un mini viaje a la Roma cotidiana, y además te permite conocerla como lo hacen los romanos. Y hablando de lo cotidiano, una de mis recomendaciones más personales es ir al supermercado local. Es curioso ver qué compran los habitantes, y te da una idea mucho más cercana de la vida diaria de los romanos. Yo compré arroz, fideos y unos hongos secos que se llaman algo parecido a “chancho secos”. ¡Un souvenir gastronómico que te recomiendo mucho!
En resumen, Roma tiene tanto que ofrecer que es difícil resumirlo todo. Desde la historia hasta los sabores locales, cada rincón de esta ciudad tiene algo especial. Y si tienes tiempo, no dudes en perderte en sus calles, tomar un café y, sobre todo, disfrutar de cada paso.